domingo, 30 de mayo de 2010

MESSI Y EL PROBLEMA DE LA PRESIÓN


opinión

Las presiones. Muchos hablan hoy en día de las presiones. Se supone que todos entendemos qué quiere decir, especialmente si nos referimos a un Campeonato Mundial. Será la necesidad de tener que ganar, sí o sí, la imposición, la exigencia de tener que responder a las expectativas creadas.

Esto ya es hablar de repercusiones psicológicas, no de condiciones técnicas, ni de táctica para el desarrollo del juego.

Sin embargo, poco se sabe de cómo funcionan las presiones en la mente, cuál es la intimidad de los procesos anímicos que suscitan, más aún, cuáles son las formas en que se manifiesta la presión, en qué esferas repercute. De hecho, los especialistas en estos temas no somos convocados para aportar nuestro granito de arena en esta materia.

Podemos decir que hay dos espacios donde encontramos manifestaciones: uno es el mental, bajo la forma de estados de tensión, quizás preocupación y el otro es el motor o muscular a través de las distonías en el proceso de activación (estar más acelerados o más trabados, inhibidos, siendo esta última la más frecuente).

Para caer bajo los efectos negativos de la presión dependerá de cómo el grupo, el equipo, metabolice las demandas externas con las ambiciones y exigencias internas de todos y de cada uno en particular, y también de en qué momento de sus vidas y sus carreras deportivas estén en ese momento.

Si bien estas consideraciones pueden aplicarse para todo el equipo, las miradas de los hinchas y de la prensa han resaltado lo que podría ocurrir con Messi en particular. Haber sido el mejor jugador del año, o de la temporada supone haber alcanzado una meta anhelada. Es, desde una perspectiva, el fin del camino (los títulos en su equipo). Es un momento de felicidad que requiere un necesario afloje para el festejo, para el relax.

Sin embargo, el exigente calendario deportivo de los modernos gladiadores requiere que se inscriban en un nuevo y más atrapante desafío. Este tiene como ingrediente especial el representar la nación, ser ícono y embajador de todos los argentinos. Con su cuota de orgullo y también de carga, de peso.

Messi ha declarado reiteradamente que no siente ni le teme a la presión, que convive con ella. Es posible que así sea, pero también que lo declarativo sea sólo percibido a nivel conciente. Sabemos que hay mecanismos inconcientes que dan indicio de la presencia de estados de presión y que estos pueden manifestarse también de modo indirecto.

Bajar el nivel de la performance, desaprovechar situaciones que normalmente no se desperdician, o no elegir las mejores opciones son parte de ellas. Como también lo puede ser lesionarse o descontrolarse con agresividad innecesaria.

Por otra parte, poder jugar, hacer chiches y cabriolas y además ser efectivo es indicio de estar disfrutando más libremente del juego, lo que se transmite, se contagia a los de adentro y también a los de afuera. Esas sensaciones, a veces solo se expresan en el modo de jugar. Tienen como base climas internos, grupales de familiaridad que posibilitan el anidamiento, la contención y confort.

Será importante para todo esto que la exigencia y la presión sean distribuidas y repartidas sabiamente dentro del equipo, para que cada cual sea soporte y también estímulo y contagio para el resto.

No esperemos por lo tanto de Messi más de lo que es: un joven talentoso, habilidoso para jugar al fútbol, que está pasando por un momento excepcional y que ha explotado en todo su esplendor.

Por Ricardo Rubinstein
Es médico, psiquiatra y psicoanalista. Acaba de publicar el libro “Deportes al diván”.